Escribir poesía me hace ver el mundo de un modo más amable

Toni García Arias nace en 1969 en Laraje, un pueblo de la provincia de La Coruña. Un par de meses después de su nacimiento, y debido al trabajo de su padre, que era jefe de obra industrial, se traslada a Sacardebois, una parroquia del concejo de Parada de Sil, en la provincia de Orense. Después de pasar su primer año de vida en Sacardebois, sus padres se trasladan a Puertollano, en la provincia de Ciudad Real, y de ahí a Puente Mayorga, una barriada de San Roque, en la provincia de Cádiz. Toni recorre con sus padres y su hermano quince provincias distintas de toda la geografía española, hasta asentarse sus dos últimos años de bachillerato en su pueblo natal. Su interés por la macroeconomía y por la bolsa hace que, tras realizar la selectividad, Toni se matricule en Empresariales en la Universidad de Oviedo. Sin embargo, no encuentra en la carrera lo que él esperaba, por lo que regresa a Galicia y se matricula en Magisterio en la Universidad de Santiago de Compostela. Tras diplomarse en Magisterio, y debido a la congelación de las oposiciones al cuerpo de maestros en Galicia, Toni se traslada a la Región de Murcia, donde ejerce en la actualidad. En el ámbito educativo, García es maestro de Educación Primaria en el Colegio Joaquín Carrión de San Javier y profesor de la asignatura de TFM de la Universidad Internacional de Valencia. García ha dirigido diversos Proyectos de Innovación Educativa, algunos de los cuales ha recibido menciones internacionales, y participa en diferentes trabajos como asesor curricular, especialmente en el área de Inteligencia Emocional, Liderazgo de Centros Educativos y Acoso escolar. Tiene publicados más de una veintena de artículos en revistas especializadas en educación y es autor de los libros «Manual para superar la adolescencia», «Educación emocional para todos», «Hacia una nueva educación» y «118 recursos TIC básicos y gratuitos para docentes», «La educación de las fortalezas» y «Cómo mejorar la calidad educativa del centro». Además, colabora en programas de televisión como «La aventura del saber», de La 2 de TVE, Espejo Público de Antena 3 y Horizonte de Tele 5. En el año 2019, Toni García gana el Premio al Mejor Docente de España de Primaria 2018 de los Premios Educa Abanca. Debido a todo ello, Toni García ha sido considerado por varias publicaciones uno de los «influencers» más destacados de habla hispana en el ámbito educativo. Como periodista, es articulista del Diario La Opinión de Murcia, del Diario digital Periodista Digital y de la revista neoyorkina Viceversa Magazine. Desde el año 2005 al año 2012, fue Redactor de la Asociación de la Prensa de la Región de Murcia, en la sección de Educación. Además, es comentarista habitual del programa de Intereconomía «Hablemos de educación». Como escritor, Toni García comenzó su carrera literaria con su primer libro de poemas, «Todos los puertos», formando parte de la joven poesía gallega y murciana. Tras este primer poemario, le siguieron otros dos, «Ángeles caídos» y «Diccionario de derrotas», y una novela «Mentiras para no estar solo». Sus poemas y relatos han sido publicados en diversas revistas literarias en castellano y gallego, tanto nacionales como internacionales, entre las que destacan la Revista Baquiana (Miami) o Dorna (Santiago de Compostela). Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, italiano y portugués y han formado parte de los exámenes de selección de Universidades latinoamericanas y españolas.

ENTREVISTA

1. Siendo gallego de nacimiento pero habiendo vivido en diferentes zonas de la geografía de España ¿Qué es para ti la identidad?

Gracias a haber vivido en tantos lugares diferentes, he comprendido que la identidad no es la tierra, no es el espacio físico. Evidentemente, nacer en un pueblo determinado, en una comunidad autónoma concreta o en un país particular influye en nuestra identidad, pero no es todo. La identidad es lo que nos define a cada uno de nosotros como individuos particulares. Y esa identidad se construye a través de experiencias. Cuantas menos experiencias tengamos, más esclavos seremos de nuestros localismos. Por eso, la identidad personal debe tender a la universalidad. Yo aprendí desde muy pequeño el cruel impacto que los prejuicios pueblerinos pueden causar en las vidas de las personas y en la motivación y las expectativas de la gente. Por eso, la identidad no es otra cosa que luchar contra esa “brutalidad” y esa cultura incompleta en la que nacemos. Por supuesto, amo Galicia; su color verde, su comida, el olor a salitre, sus días anclados en la morriña, pero también amo la amalgama de verdes de los bosques japoneses, o el color anaranjado de la arena del desierto de Egipto, o el blanco inmaculado de la nieve recién caída en Tromso. Y lo mismo sucede con las personas y los rasgos culturales. No me siento más cerca de un maltratador de animales español que de un defensor de animales de Australia, por mucho que ambos hayamos nacido en el mismo territorio. Al final, lo que nos une y nos separa de la gente es precisamente la ética y la cultura, que es la esencia de nuestra identidad.

2. Hemos visto que has escrito varios libros de poemas ¿Cómo fue tu acercamiento a la poesía y cómo ésta marcó tu identidad personal?

Ante todo, yo soy poeta. Es verdad que la vida, por diferentes razones, me ha conducido por otros derroteros profesionales, pero, en esencia, soy poeta. Además, un poeta de los antiguos, de esos capaces de derramar sangre por defender una pasión o una verdad. Cuando escribo poesía, me encuentro en un estado de felicidad casi plena. Me olvido de todo lo que me rodea y el tiempo se detiene. Si pudiera vivir de escribir poesía, aceptaría sin dudarlo. Empecé a escribir poesía a los dieciséis años. Era mi modo de organizar mis ideas y mis sentimientos en un momento de enorme convulsión y cambios en todos los sentidos. Y podría decirte que empecé a escribir poesía antes que a leer poesía de manera regular, porque tardé bastante tiempo en encontrar voces poéticas que me gustasen. Al menos para mí, la poesía es una forma de concebir la vida y, sobre todo, de concebir la muerte, todo aquello que va desapareciendo en nosotros. Leer poesía es una de las mejores formas de asumir que somos mortales y que por esa razón debemos apreciar cada latido. Esa forma de concebir la vida, creo que la sigo manteniendo. O, al menos, lucho para que no desaparezca. Por desgracia, actualmente, por mi profesión, estoy demasiado “mundanizado”, si se puede llamar así, siempre pendiente de la realidad y de las noticias del momento. Por eso, a veces necesito dedicar una tarde a leer o a escribir poesía para que vuelva a entrar oxígeno puro en mis pulmones. Y eso, aunque pueda parecer extraño, es lo que me hace ver el mundo de un modo más amable.

3. ¿Crees que la poesía puede ser una herramienta educativa? ¿Cómo crees que se podría trabajar con los estudiantes?

La poesía es la perfección literaria. Una novela, un ensayo, una obra de teatro pueden ganar al lector por puntos, pero la poesía solo puede ganar por KO. Un poema, o te encanta o te olvidas de él para siempre. Por desgracia, en educación, hay una mala didáctica de la enseñanza de la poesía. En realidad, de la literatura en general. Y la selección de poetas es más que discutible. Por eso, los adolescentes no quieren saber nada de poesía en cuanto salen del instituto. Les es completamente ajena. De hecho, al año, seguro que hay más libros de poesía publicados que lectores de poesía. Y eso es un drama. Desde el punto de vista literario y artístico, la poesía, a fin de cuentas, no deja de ser un juego de combinación de palabras. Una batalla de ingenio literario. Con solo cambiar la colocación de un verbo o de un sustantivo, un verso puede evocar sentimientos y sensaciones totalmente diferentes. Por eso, escribir poesía resulta tan emocionante. Porque solo hay una palabra exacta para expresar de manera exacta lo que realmente queremos expresar. Y así, a modo de juego, a modo de reto, es como debemos introducir a los niños en la construcción y en la lectura de poemas, con temas que sean cercanos a su realidad, con textos que sean disparadores de su creatividad, permitiendo que experimenten y jueguen con las palabras y no adaptando una poesía de adultos a los niños, que es lo que muchas veces se hace.

4. En tu biografía dices que no fuiste de los «mejores» de tu clase ¿Crees que el arte fue de alguna forma un refugio para ti?

El arte para mí nunca fue un refugio como tal. El arte es parte de mí desde que tengo conciencia. Durante mi infancia, tocaba el teclado, pintaba, dibujaba a lápiz y escribía pequeñas historias, pero todo aquello no era un refugio donde apartarme del mundo o protegerme contra él, sino que era mi modo de disfrutar, de desarrollarme, de ser yo, de expresarme. Y tanto dejaba entrar al que quisiera entrar como dejaba salir todo lo que creaba para que los demás pudiesen verlo o escucharlo. Lo que sí tenía claro como estudiante y lo sigo teniendo ahora como docente es que la escuela de entonces -y también la de ahora- no es amable con los artistas. Las cualidades de los niños artistas no tienen gran cabida en la escuela. Tenemos una escuela que valora casi en exclusividad lo funcional, donde el aprendizaje tiene casi siempre un valor meramente práctico. Desde esa perspectiva, la filosofía, la ética, el arte, la literatura, la historia, no tienen como tal una aplicación práctica, por lo que apenas tienen espacio en la escuela. Y lo más curioso de todo esto es que, en educación, todas las leyes que he padecido a lo largo de mi vida profesional siempre han hablado de fomentar el espíritu crítico, pero curiosamente todas esas leyes han ido eliminando paulatinamente las áreas de las humanidades, que son la base justamente del pensamiento crítico.

5. ¿Piensas que las artes en la educación pueden ayudar a promover un desarrollo holístico del estudiante? ¿Por qué?

Absolutamente. El desarrollo holístico del estudiante requiere mucho más que la mera acumulación de conocimientos y técnicas pragmáticas, algo que es necesario, pero no suficiente. El desarrollo completo del individuo exige la integración de las diversas dimensiones del ser humano: el intelecto, el cuerpo y el espíritu. Y, para el desarrollo espiritual y emocional, las artes ofrecen unas posibilidades que no encontramos en otras ramas. Yo no concibo una escuela sin instrumentos musicales, una escuela sin caballetes de pintura, una escuela sin representaciones de teatro, sin poemas. Sin embargo, esa es la escuela que tenemos; una escuela sin arte más allá de las escasas creaciones que realizan los alumnos de manera puntual en las diferentes áreas. En mi opinión, y en la de muchos filósofos, existe una decadencia social y cultural de occidente, una decadencia que afecta también a la propia construcción de las democracias y la propia convivencia, y dicha decadencia está relacionada precisamente con el menor peso de las artes y las humanidades en la educación del individuo. Cuando abandonamos educativamente esa parte tan básica, toda la humanidad en su totalidad se resiente.

¡MUCHAS GRACIAS!

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